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Mami, soy suficiente!

Actualizado: 11 oct 2022

Una de las razones por las que la mayoría de sanadores, coaches o terapeutas iniciamos este camino (lo sepan o no, lo reconozcan o no) es que buscamos sanar y la mejor forma es a través de ayudar a otros con ese proceso, ser el instrumento mediante el cual otros pueden mirarse a sí mismos y encontrar sus propias respuestas, te ayuda a encontrar las propias y parte de ser un facilitador emocional, es compartir tus propias historias de forma desnuda y honesta.


A veces la sanación no vendrá de la mano de un acompañante, de una terapia o de un viaje espiritual, las más de las veces, tenemos al alcance a las personas que llegan a nuestra vida para servirnos de espejo y reflejarnos esas partes obscuras y ocultas que no alcanzamos a mirar porque estamos muy distraídos en los logros de "luz" que alcanzamos. Esas personas suelen ser lo suficientemente importantes como para despertar en nosotros lo más bonito y lo más decadente.


Fue así que tuve que girar la vista hacia el pasado, hacia esos episodios dolorosos que guardé bajo la alfombra pensando que "algún día" los resolvería o que mientras no los viera, no me afectarían. Mi madre, al igual que todas las madres, hizo lo mejor para cuidar de mi, considerando que fui la última de sus ocho hijos cuando ella ya se encontraba por encima de los 45 años y supongo que lo único que quería era más bien descansar y no tener que volver a empezar, sin embargo y a pesar de la probable carga que yo significaría para ella en esa etapa de su vida, decidió tenerme y darme lo mejor que pudo, como mujer y madre de más de 40 años, logro entender por primera vez lo duro que debió ser, sin embargo su decisión me permitió la vida y me permite ahora servir a otros, lo cual, convierte esa decisión en un evento muy importante... para el mundo.


Yo siempre tuve un carácter muy responsable, desde muy corta edad asumí que yo debía atender mis propios asuntos... mi ropa, mis tareas, mis trabajos, mi comida, mi higiene, mis amistades, mis decisiones, etc., sin embargo y a pesar de ser una hija bastante independiente, siempre sentí por parte de mi madre dos cosas fundamentales que marcaron mi carácter de forma muy nociva: La desconfianza y la sobre exigencia; y es que yo viví una infancia y una adolescencia donde no importaba cuánto me esforzara en hacer bien las cosas, mi madre siempre tuvo esa expresión en la cara de "indiferencia" y a veces hasta de "burla" cada que yo intentaba obtener su reconocimiento y es que siempre había alguien mejor que yo, alguien era más inteligente que yo, alguien era más bonita que yo, alguien era más creativa que yo, alguien lavaba mejor la ropa, alguien cocinaba mejor... en fin, su actitud era más bien extremosa, pasaba de la total indiferencia hasta el demandante y tiránico señalamiento gendármico e inquisidor, nunca por más que intenté, logré el tan esperado "estoy orgullosa de ti".


Todos los permisos, avisos, actividades, tareas, salidas a jugar y demás cuestiones relacionadas conmigo tenían que pasar por el escrupuloso lente observador y analítico de mi madre, que siempre terminaba en un "no te creo", "me estás mintiendo", "no es necesario que vayas", "yo te llevo porque no te creo", "déjame llamarle para corroborarlo"... en fin, su halo de desconfianza era abrumador y para un niño (incluso para un adulto) no sólo es descorazonador, sino que te roba la espontaneidad y el ímpetu de hacer cosas y vivir experiencias porque sabes que no podrás pasar esa barrera de prohibición y señalamientos y entonces, surge dentro de ti la creencia de que no eres suficiente, de que no mereces confianza, de que hagas lo que hagas hay cosas que simplemente son imposibles para ti y eso te llena de tristeza e inseguridades, inseguridades que te hacen fracasar y corroborar eso tan erróneo que crees de ti.


A pesar de mi carácter rebelde y contestatario hacia mi madre, en el fondo siempre me sublimé, me vencí y me sometí buscando inutilmente su aprobación. Crecí buscando la perfección, la auto exigencia, el auto sacrificio en aras de hacerlo "bien", y en aras de buscar lo "mejor para los demás" aunque a mi me llevara la rechinchilla. Está de más decir que más bien me la pasé viviendo en la total frustración, obteniendo todo lo contrario que buscaba con mis esfuerzos, con los años, no sólo me destruí el sistema inmune sino que nada, pero nada salió como yo quería y justo así es que se rompe más tu autoestima.

Un viernes de septiembre hace más de 21 años, me preparé mentalmente para decirle a mi madre que estaba embarazada sin embargo, nunca se lo dije porque la "charla", como era costumbre, se tornó en discusión y por primera vez y dejándome llevar por la frustración de siempre, decidí decirle cosas horribles que pensaba sobre ella y sobre la forma en que siempre me hizo sentir con sus ideas quisquillosas, desconfiadas, represoras y controladoras. No le dije nada del bebé, ni quería, en ese momento decreté que jamás se enteraría, me iría o yo no sé, algo drástico, me sentía muy enojada, dolida y desanimada porque sabía que nunca saldría bien con ella, con nada de lo que hiciera o dijera.


El domingo, dos días después, mi madre murió y desde entonces me quedé con la profunda convicción de que yo fui la última persona que le rompió el corazón y por muchos, muchos años me llevé la tristeza de esa última discusión, el decreto de que ella no sabría de mi hijo y la eterna desvalorización de creer que nunca fui suficiente... sólo fui suficiente para causarle un gran dolor y me culpé y me castigué inconscientemente por muchos años porque, yo amaba mucho a mi madre, yo sólo buscaba que me mirara y me aceptara tal como era, aunque nunca lo conseguí, de hecho mi forma de ser la mató... probablemente.


Y esta historia no debería ser más dramática pero, mi manera inconsciente de "honrarla" y honrar la forma en que me maternó, fue convirtiéndome en una madre implacable para mi hijo, de hecho fui mucho peor que ella y aún hoy, veo lo mucho que se esfuerza mi hijo hasta en las cosas más simples para obtener mi reconocimiento y aún, muchas veces, se topa con la pared.


Y es así que, cuando más distraido estás, la vida te trae a tu madre de vuelta, con otra forma y otro nombre, cumpliendo otro rol en una relación distinta pero es ella y de la nada, esas emociones de ira y frustración se apoderan de ti porque lo estás repitiendo, lo estás reviviendo y te das cuenta de que se trata de esa segunda oportunidad para hacerlo "bien" que tanto pediste, pero resulta igual de fatal.


Con los años, fui descubriendo la historia de mi madre, al menos algunos de tantos episodios que marcaron su carácter y su forma de vivir y comprendí que ella vivió lo mismo y que incluso durante la gestación, me transmitió toda esa inseguridad y falta de fe en ella misma... comprendí que aún con todo, ella me dió lo mejor que pudo y que en el fondo ella siempre buscó lo mismo que yo pero no supo cómo lograrlo y aunque se fue triste y decepcionada, tal vez más de ella misma que de los demás y eso no se puede cambiar, hoy le diría que todo lo hizo estupendamente bien y que hoy sé que detrás de tanta rigidez había un profundo amor hacia mi y que, aún con sus formas agrestes e impredecibles, me ayudó a forjar un carácter fuerte que me ha ayudado a salir adelante de las pruebas de la vida. Hoy le diría a mi madre que la comprendo y que ya no hay nada que temer, le diría con total convicción que todo lo hizo muy bien y que siempre fue suficiente.


No me lo van a creer pero lloro mientras escribo porque estoy segura de que hoy, ella me diría lo mismo y juro que nada me hace más feliz: ERES SUFICIENTE, LO HAS HECHO PERFECTO Y TE AMO TAL COMO ERES!.

Y bueno, he de decirles que cada vez que una persona está en la regresión y puede mirar a sus padres con los ojos del corazón y conocer la verdad detrás de sus acciones, vuelvo a encontrarme con mi madre y, a recordarle lo mucho que la comprendo, lo mucho que la admiro, lo mucho que le agradezco haber sido mi madre y lo mucho que la amo y la amaré. Porque cada historia lleva dentro de si la misma verdad: Nuestros padres nos amaron y nos dieron mucho mucho más de lo que ellos recibieron, lo que los convierte en los mejores padres que pudimos haber tenido.


Y es así que hoy, en este tiempo del partido, ya puedo decirme tranquilamente a mi misma: Soy suficiente, soy digna de todo el amor, toda la confianza y todo el reconocimiento sólo por ser yo y estar aquí haciendo lo mejor que puedo, igual que estamos todos.


Somos suficientes y merecemos ser amados tal como somos...


Autoría: Maribel Ortega, Solaris de Gaia Sanación Theta®, México. Octubre 11, 2022


 
 
 

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